
El director Instituto de Bioética de la UCA, Rubén Revello, el rabino Fishel Szlajen, el Imám Marwan Sarwar Gill, el docente Gabriel Ballerini y el Élder Benjamín De Hoyos Estrada participaron de la iniciativa
Con el fin de unificar criterios, fundamentos y acciones a tomar ante la emergencia sanitaria por la pandemia del coronavirus, los máximos referentes en bioética de diversas religiones monoteístas en Argentina se unieron y acordaron firmar un documento.
El acuerdo pretende un protocolo de acción buscando una justa y óptima planificación y asignación de recursos sanitarios vitales, pero insuficientes, ante una saturación de casos potencialmente mortales. Situación donde además concurre la urgencia, el hacinamiento más la angustia física y psicológica.
La iniciativa fue impulsada por el padre Rubén Revello, director del Instituto de Bioética de la UCA, quien convocó al rabino Fishel Szlajen por el Judaísmo; al Imám Marwan Sarwar Gill por el Islam; al docente bioeticista Gabriel Ballerini por las Iglesias Evangélicas, y al Élder Benjamín De Hoyos Estrada por los Mormones.
“Hemos decidido realizar esta declaración conjunta de manera que resulte un aporte en estos tiempos de pandemia e incertidumbre, sea para toda persona que comparte nuestra mirada, sea para toda persona de buena voluntad que quiera abrirse al diálogo”, resaltaron los autores.
La relevancia del documento radica en la conjunción de religiones para las normas bioéticas y sus prácticas ante estas situaciones límite, más aún en países de triage con criterios reñidos con los principios humanitarios, asegurando principios éticos fundamentales también compartidos por la ciencia.
A partir de ello se establecieron cinco principios: de protección de toda vida humana y su integridad física, de totalidad o terapéutico, de libertad responsable, de justicia y de subsidiaridad.
Y desde estos, se derivan otros procesales como el de igualdad de trato, tiempos de espera, distribución y asignación apropiada de recursos, no abandono, comunicación eficaz y clara entre el profesional y el paciente, así como otras cuestiones que hacen a la optimización no sólo del proceso sino también para evitar la degradación en la calidad de la atención, comprometiendo la seguridad física y moral de la persona.
“Es precisamente en estos principios donde se produce un encuentro entre la ciencia y la fe, resguardando la dignidad de cada ser humano, velando por su custodia y la defensa de sus derechos fundamentales”, se indica en el documento.
MARCO BIOÉTICO DE LAS RELIGIONES MONOTEÍSTAS
en OCASIÓN DEL COVID-19
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 13 de Mayo 2020
MARCO BIOÉTICO DE LAS RELIGIONES MONOTEÍSTAS
en OCASIÓN DEL COVID-19
El Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad Católica Argentina ha convocado a un grupo de
reconocidos bioeticistas pertenecientes a diversas confesiones monoteístas, a fin de elaborar un
documento marco que establezca los principios guía y sus aplicaciones fundamentales en relación a la presente pandemia.
Introducción:
Las grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam, compartimos una
visión común del ser humano y los derechos y deberes que de su condición humana se
siguen. Es por esto que hemos decidido realizar esta declaración conjunta de manera que
resulte un aporte en estos tiempos de pandemia e incertidumbre, sea para toda persona que
comparte nuestra mirada, sea para toda persona de buena voluntad que quiera abrirse al
diálogo.
La actual situación de pandemia plantea a la medicina y a la bioética (más allá de toda
cuestión relativa a la bioseguridad), debates respecto de una justa planificación de los
recursos para el cuidado masivo de la salud pública. Allí entran en colisión los derechos
individuales y colectivos, frente a otros particulares y al conjunto social. Considerando estos
conflictos, todo planificador de políticas dirigidas a la contención, control y cuidados de la
salud pública debe elaborar con antelación, procedimientos que optimicen los recursos
sanitarios escasos. Esto es lo que se define como triage, donde concurren la urgencia, el
hacinamiento, la angustia física y psicológica, al mismo tiempo que la escasez de recursos
sanitarios suficientes tanto en equipamiento, infraestructura como en personal, frente a la
aceleración en la cantidad de pacientes potencialmente mortales. Tal situación requiere de
una comprensión fundamental de la ética y su aplicación, para lograr las medidas más
adecuadas que se concretan en un protocolo de acción.
En otras palabras, cuando los recursos disponibles no pueden satisfacer las
necesidades existentes, resulta necesario un sistema de clasificación para mejorar la calidad
de la atención y priorizar los casos acorde a pautas basadas en principios bioéticos.
Principios Guías:
Estos principios fundamentales, tal como numerosos y diversos especialistas los han
descripto, se sintetizan en 5:
1) Principio de protección de toda vida humana y su integridad física.
2) Principio de totalidad o terapéutico.
3) Principio de libertad responsable.
4) Principio de justicia.
5) Principio de subsidiaridad.
A partir de estos, se derivan otros procesales como el de igualdad de trato, tiempos de
espera, distribución y asignación apropiada de recursos, no abandono, comunicación eficaz y
clara entre el profesional y el paciente, así como otras cuestiones que hacen a la optimización no sólo del proceso sino también para evitar la degradación en la calidad de la
atención, comprometiendo la seguridad física y moral de la persona. Es precisamente en
estos principios donde se produce un encuentro entre la ciencia y la fe, resguardando la
dignidad de cada ser humano, velando por su custodia y la defensa de sus derechos
fundamentales.
1) El derecho básico de toda persona es el respeto y protección de su vida e integridad
física. Si este es avasallado no hay un fundamento para ningún otro derecho, y por ello su
primacía en toda consideración ética. Esta afirmación fuerte y clara en las religiones
milenarias, es compartida por la ciencia que conoce el daño de anularlo. Los experimentos
médicos durante la Segunda Guerra Mundial sumados a otros en décadas posteriores, por
sobre todo durante los 60 y 70, generaron a pedido de los mismos científicos documentos de
bioética fundamentales como el Código de Nüremberg, el Código de Helsinki y el informe
Belmont que buscan regular la actividad médica y de investigación.
2) El principio de totalidad o terapéutico, es aquel por el cual se puede intervenir sobre la
vida física de un individuo y sacrificar la parte enferma, siempre con el consentimiento del
paciente, a favor del bien total del mismo. En este principio bioético se resumen otros dos
éticos fundacionales como el principio de no maleficencia, debiendo no ser causa de daño, y el
principio de beneficencia, el cual radica en la obligación de contribuir al beneficio o el
bienestar de las personas.
3) El principio de respeto por la libertad del individuo y las responsabilidades que se
siguen de su obrar, defiende la autonomía tanto del paciente como del personal de salud,
superando el conflicto entre partes, fomentando la alianza médico-paciente, equilibrando el
derecho de toda persona competente (o sus representantes si estuviera impedido de
hacerlo) a tomar decisiones con respecto a su propia atención médica protegiendo sus
valores, convicciones y creencias, con las propias del personal sanitario. Este respeto no
conforma una mera actitud de tolerancia para con el paciente o el personal sanitario, sino
que implica una acción para que estos puedan decidir de forma autónoma.
4) El principio de justicia requiere que, dados los recursos limitados, las decisiones de
asignación se tomen de manera que los beneficios y las cargas se distribuyan de manera
equitativa. Esto no significa que cada persona o grupo deba obtener una parte igual de los
escasos recursos, sino que la asignación esté basada en criterios y principios apropiados de
equidad, equilibrando la igualdad en la consideración de la vida de cada persona con el
derecho a recibir la atención necesaria y las posibilidades vigentes.
5) El principio de subsidiaridad, radica en la sociabilidad y la consideración de la carga
recíproca entre individuo y sociedad, centrados ambos en el bien común. Así tanto el
ciudadano particular como el Estado tienen responsabilidades mutuas, que deben honrar,
colaborando ambos en la construcción de la amistad social.
Aplicaciones Fundamentales de los Principios en la Pandemia COVID-19
a) Es responsabilidad de los Estados la gobernanza y coordinación de las acciones que
afecten a la salud pública durante la pandemia, de modo tal que minimice sus perjuicios y
maximice el bien común. Esta no se agota en las medidas sanitarias de declaración, implementación y fiscalización del cumplimiento (Ej. ASPyO), sino que debe velar por los
intereses económicos y la ayuda a los miembros más expuestos al contagio (v.g. personal de
la salud, ancianos y ciudadanos en situación de pobreza). Para ello deberá sopesar
equilibradamente la utilidad y la igualdad en las medidas a tomar en el campo de la salud y
de la economía, comprendiendo, apoyando y solucionando, en la medida de lo posible, los
reclamos de la población y los niveles de productividad.
b) Es responsabilidad de los agentes sanitarios atenerse a los protocolos establecidos y
evitar sobrepasar su capacidad de decisión. Los agentes de Salud son un bien escaso
debiendo ser prioritarios en los test y la asignación de UTI (unidades de terapia intensiva),
velando también por su salud psíquica conteniendo situaciones de burnout. El sistema
sanitario nacional, provincial y municipal deben coordinarse siguiendo el principio de
subsidiaridad, evitando saturar los niveles y derivando ordenadamente la atención tanto
ascendente (a un grado de mayor complejidad) como descendente (a uno de menor
complejidad). Todo individuo o grupo social sin “discriminación negativa” alguna, debe ser
sujeto de la mejor atención razonable.
c) Es responsabilidad de los individuos cuidarse y cuidar a los demás, adhiriendo a las
medidas sanitarias determinadas por la autoridad, tendientes a evitar toda propagación,
posponiendo deseos o intereses personales, si estos ponen en riesgo la salud pública.
Anexo Especial Triage COVID-19
1. Toda pauta inicial de triage deberá buscar la mejora continua en la calidad de atención,
clasificando al paciente lo más rápido y eficientemente posible, evitando aumentar el dolor,
el sufrimiento y por lo tanto, provocando daños indirectos tal como el psicosocial, estrés,
miedo, sentirse descuidado, abandonado o no ser atendido.
2. Se mantendrá al paciente debida y claramente informado respecto de los tiempos de espera,
evaluación y posterior derivación, intervención o tratamiento, pudiendo así prestar o no su
consentimiento cuando no sea de emergencia ni afecte a terceros, caso en el cual se aplica el
principio de necesidad dado el carácter urgente de la situación, proporcionando la atención
necesaria.
3. Para producir el mayor beneficio neto entre todos los afectados, el sistema de triage deberá
buscar salvar la mayoría de las vidas, sin consideración vinculante a ningún ajuste por edad,
calidad de vida o de sobrevida, su condición socio económica, religión, nacionalidad ni otra
“categoría sospechosa” en términos de derecho.
4. No se pospondrá la instrumentación médica a un paciente necesitado de ella en favor de otro
ulterior que eventualmente tenga mayor viabilidad o bien pudiera encontrarse más grave.
5. Se establecerán medidas tales que minimicen la posibilidad de error en la asignación de
recursos, sobre todo aquellos que implican soporte vital del paciente. Esto es debido a que
sólo se permite extraer soporte vital de un paciente cuando ya no resulte terapéutico ni
tampoco sea causa de agravamiento de su estado de salud, y no debido a la urgencia de
aplicarlos a un tercero.
6. La prioridad en la atención es por contacto con el centro de salud acorde al protocolo
sanitario vigente, y ante la simultaneidad ocasional y en similar gravedad, se otorgará
prioridad a los habientes de mayor posibilidad de sobrevida. En caso de igualdad en su
estado crítico, deberá el médico discernir alguna significativa menor probabilidad de
sobrevida de uno respecto de otro, incluso debido al conocimiento o recursos disponibles,
priorizando el de mayor probabilidad de sobrevida o a quien ciertamente pueda curar. En
caso de igual probabilidad de sobrevida, y que a juicio del médico sólo puede atender a uno,
el profesional deberá entonces priorizar aquél que representa mayor gravedad.
7. En caso que los procedimientos médicos no resulten terapéuticos, el paciente no debe ser
abandonado ni ser inducido a ninguna práctica eutanásica. Debe derivárselo a una unidad de
cuidados paliativos ya que cuando no es posible curar, siempre es posible cuidar.
8. Se implementarán medidas eficaces que aseguren la trazabilidad del cadáver, su identidad y
custodia desde el momento del deceso y hasta su disposición final acorde a la voluntad
previamente expresada por el fallecido o en su defecto la de sus deudos, o bien
comunicándose con la AMIA, Instituciones Islámicas correspondientes o Agrupaciones
Cristianas de referencia, acorde a los indicios que presente el fallecido respecto de su credo,
respetando así los derechos de libertad de culto, diversidad y no discriminación.
Fuente: Infobae